Condenado a ser pobre

  • 28 mayo, 2016

Cerremos los ojos y olvidemos nuestro nombre, edad, origen y estatus social. A continuación imaginemos que al nacer podríamos pertenecer a cualquier sector social. Una vez interioricemos que no tenemos nada garantizado y que podríamos llegar a cualquier familia, favorecida o no, debemos proceder a diseñar la sociedad en la que quisiéramos nacer. A esto invita el filósofo John Rawls.

¿Cuál sería entonces la sociedad que escogeríamos? La colombiana no, pues cabría la posibilidad de nacer desnutrido en La Guajira donde muchos niños están condenados a la pobreza, incluso desde el vientre materno. Lo que sí es claro es que todos incluiríamos como variable, dentro de la seleccionada, la igualdad de oportunidades.

El concepto de que cada persona, dependiendo de su disciplina y empeño, forja su futuro y puede llegar tan lejos como cualquier otro, es el pilar de una sociedad justa. La realidad es que una madre desnutrida o con malos hábitos en el embarazo, hace que la capacidad intelectual de su recién nacido quede averiada de por vida.

La primera infancia -gestación y primeros cinco años de vida- son definitivos para lograr justicia puesto que en esta etapa se desarrolla entre el 75% y el 90% del cerebro. A esto se le conoce como desarrollo intensivo o crecimiento acelerado, después del cual, la persona no podrá incorporar facultades que no fueron activadas. Por esto, la aprobación de la política “De Cero a Siempre” como ley, que se dio esta semana, es crítica.

Las neuronas que tendrá una persona -aproximadamente un billón- ya se encuentran formadas a los seis meses de embarazo. Posteriormente, estas evolucionarán por lo que es necesario mantener procesos de conexión adecuados -sinapsis y circuitos-. A medida que las células cerebrales crecen, aquellas que las rodean -gliales- comienzan a producir una sustancia cerosa llamada mielina, que forma una vaina alrededor de las neuronas, lo que acelera la transmisión de impulsos nerviosos. La mielanización permite la motricidad y el desarrollo de las habilidades.

Dejar que esos primeros años se den de acuerdo a la suerte que hayan tenido los padres, es condenar a millones de niños a la pobreza desde antes del nacimiento.

Mary Eming Young, coordinadora de primera infancia del Banco Mundial, señala que la pobreza es como un “mal gen”. Los niños que nacen en ella están condenados a vivir en esas condiciones por siempre, debido a que no son estimulados ni nutridos adecuadamente lo cual los afecta por el resto de su vida.

Más allá de los aspectos filosóficos de justicia social, invertir en esta etapa resulta un buen negocio para cualquier país. Por ejemplo, la evaluación del proyecto High/Scope Perry Preschool probó que por cada dólar invertido en primera infancia, se obtienen US$16 de beneficios. También estableció que la reducción de la mortalidad infantil en 4,25 por cada 1.000 niños nacidos, incide en un aumento aproximado de 8% del PIB diez años más tarde. En educación, la tasa promedio de retorno es de 10% a nivel mundial.

En Colombia la situación de nutrición es compleja. Según el Dane, existen 2,5 millones de niños menores de cinco años en situación de vulnerabilidad. La aprobación en el Congreso de la política “De Cero a Siempre” no garantiza que al llegar a esa edad todos los niños colombianos cuenten con capacidades emocionales y cognitivas iguales para poder competir; no obstante, es un importante primer paso en el largo camino hacia una sociedad justa.

DESCARGA GRATIS AQUÍ EL E-BOOK PENSANDO EN GRANDE.

Este libro recopila las columnas que he escrito en los últimos años. Varían en temática pero todas buscan exponer temas interesantes desde un ángulo académico pero digerible y plantear soluciones.