Columna Felipe Rios Poder

La efervescencia del poder

  • 9 julio, 2016

Es común encontrar personas a quienes el poder se les sube a la cabeza. Desde el portero que asciende a supervisor, hasta el funcionario que es nombrado en un alto cargo. Algo dentro de la naturaleza humana nos lleva a eso. Pero ¿qué es lo que causa esta efervescencia?

Lincoln, un político iluminado que surgió desde abajo, supo que con este, la facultad o potencia de hacer algo se incrementa de manera sustancial y se activa la arrogancia, el despotismo y se dispara el ego. Este afirmó hace varios siglos que: “Casi todos los hombres pueden soportar la adversidad, pero si se quiere poner a prueba el carácter de un hombre, entréguele poder”.

Existen tanto razones físicas como psicológicas para explicar este fenómeno.

Múltiples estudios han demostrado que el funcionamiento físico del cerebro cambia en estas situaciones. Por ejemplo, Obhi, neurocientífico de la Universidad de Laurier en Canadá, así lo comprobó en un experimento en el que un grupo de personas pudo sentirse fuerte y otro débil, al poder ayudar o pedir ayuda.

La medición se hizo al observar una región del cerebro, que se denomina el “sistema de espejo” el cual permite determinar la capacidad de ponerse en los zapatos de otra persona, y concluyó que sentirse poderoso reducía la empatía, y lo contrario la incrementaba.

Además de los efectos físicos del poder, los sicológicos también influyen. Zimbardo desarrolló un famoso experimento en la prisión de Stanford en el año 73. Allí, dos grupos de estudiantes universitarios, escogidos aleatoriamente, se desempeñaron como “presos” o “guardias”. Este último terminó abusando de su posición, lo cual en circunstancias normales no habría ocurrido.

Y, en un particular experimento, la Universidad de California midió qué tan “cabrones” se volvían las personas con un poco de poder. Midieron individuos en carros de alta gama -Mercedes o BMW- y encontraron que estos cerraban a otros conductores el 30% del tiempo, mientras que quienes conducían autos de baja gama lo hacían solo el 7%. En Colombia este fenómeno es conocido como ¿Usted no sabe quién soy yo?

Lo grave, para los que caen en esto es que conlleva a la “paradoja del poder” que, desde la sicología, consiste en que las características que le ayudaron a la persona a obtener tal posición -empatía, amabilidad o extroversión- son justamente las que empieza a perder cuando este se le sube a la cabeza.

Tras años estudiando el tema, el profesor Keltner, de la Escuela de Negocios Hass, afirma: “El efecto es totalmente consistente, cuando se le da poder a la gente, se comportan como idiotas. Coquetean inapropiadamente, ‘maman gallo’ de forma hostil y se vuelven impulsivos”.

Algunos estudios han señalado que el poder también tiene ciertas consecuencias positivas como la capacidad de pensar de manera más analítica y tener más autoconfianza. No obstante, en general, los negativos son mucho más amplios.

Todo ser humano es susceptible a este trastorno. Cualquiera que reciba un incremento de poder debe saber que este va a generarle cambios. Al ser consciente, puede monitorear su comportamiento y tomar medidas cuando las trampas del éxito le estén ganando la partida; no hacerlo llevará a que se convierta en un caso más del conocido “no pudo con el poder”.

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