Daniel Duarte - Columnista invitado en FelipeRios.co

Ser barra brava no es igual a ser un fanático del fútbol

  • 2 agosto, 2017

Por: Daniel Duarte Medina

En estos tiempos en los que las personas compran cualquier idea que los medios de comunicaciones les venden, saltan a la vista aquellas aficiones arraigadas dentro de lo más profundo del alma de todos aquellos que dicen sentir ímpetu por el deporte con el que encuentra mayor afinidad, sin medir las consecuencias de lo que conlleva decir o ser un fanático acérrimo de una pasión. En el sentido estricto de la palabra, “fanático” es aquel que siente gusto y comparte el entusiasmo por cierta actividad. Más sin embargo, dicho fanatismo muchas veces se deriva en vandalismo, anarquía y es sinónimo de rebeldía.

Su origen, nos remonta a principios del siglo XX en inmediaciones del territorio Argentino, donde se encuentran los primeros vestigios de un grupo de aficionados que empiezan a organizarse en grupos, parches, combos o barras, destinados a alentar a los jugadores del equipo simpatizante, en aras de lograr una mayor entrega de estos dentro del campo de juego.

Lastimosamente, lo que empieza bien, termina mal. Las barras, con el transcurrir del tiempo fueron perdiendo su horizonte, y terminaron convertidas en ni más ni menos, si no en guarida de bandidos, personas en busca de aceptación social, o simplemente, en individuos que no disfrutan lo que es un estilo de vida o un sueño, como lo es el futbol.

En Colombia, el tema de las barras bravas paso de una problemática deportiva, a una problemática social.  Dolorosamente, por la intolerancia de unos otros son los que deben responder.  Es así, que los Distritos a lo largo y ancho del País, han tomado cartas en el asunto, y han logrado acercamientos y treguas entre las barras, que luego se quedan sin fundamento al dejarse llevar por la ira y una pasión desenfrenada por un color.

Para que las familias colombianas retomen la buena costumbre de acompañar al equipo de sus amores en los estadios, es necesario gestionar mancomunadamente con los líderes  de las barras y sus seguidores,  planes educativos  y de cultura ciudadana, para lograr una tolerancia a la idea de que el prójimo puede pensar y actuar de una forma diferente a la nuestra.

La propuesta está sobre la mesa, los clubes no solamente deben enfocarse en el deporte, si no también es necesario tener bajo la lupa lo que una pasión conlleva y nos hace muchas veces, perder el control.  Al respecto, El Instituto Distrital de la Participación y Acción Comunal (IDPAC), es la Entidad que está en cabeza de la transformación de este imaginario calificativo.

A su vez, trabajan en tres aspectos relevantes. El primero, una vigilancia compartida con la Policía Nacional dentro de las barras para evitar conflictos y/o agresiones; en segunda medida,  las alcaldías locales proporcionan espacios para identificar los problemas, y a su vez proponer soluciones al caso; y por último, intentar cambiar la percepción de la comunidad sobre un “barra brava” hacia un “hincha” de futbol

 

Daniel Duarte Medina