Felipe Ríos | Filósofo, Economista, Columnista, Ex-Concejal | Web Oficial

Crónica de una visita a la Cárcel Modelo

  • 22 noviembre, 2010

“Al entrar a una prisión se puede juzgar el grado de civilización de una sociedad” (Dostoyevsky)

La controvertida cárcel Modelo es un lugar que en el imaginario de cualquier bogotano, genera terror y suspicacia. Por más de que nací en Bogotá hace 27 años nunca había tenido la curiosidad de visitar una cárcel. Me dio por ir, por conocer cómo era realmente esa vida de aquellas personas privadas de su libertad fruto de sus fallas como ciudadanos.

La modelo queda incrustada en pleno centro de la ciudad, en la localidad de Puente Aranda. A primera vista tal y como se ven en las películas, está rodeada de enormes muros con alambre de púas que previenen la fuga de sus reclusos. Al menos ese es el objetivo, aunque cifras de este año muestran que se han escapado dos. Los que vivimos afuera y podemos ver su exterior nos sentimos ajenos y distantes a lo que pueda ocurrir en su interior, me atrevería a decir que con actitud indiferente porque de alguna manera consideramos que los ciudadanos que hayan cometido delitos o faltas ante la ley merecen estar castigados dentro de esos muros. De ninguna manera percibimos la realidad que se vive dentro de ella.

Al ingresar, me topé con guardias del INPEC y después de una revisión corporal y dos huellas digitales, se llega a un mundo alterno. La modelo está dividida en 6 patios y actualmente cuenta con 5000 presos, aunque su capacidad máxima es para 1500 personas. El guía encargado de mostrarme las instalaciones me iba contando cómo se denominaban los patios. El primero, al lado derecho, es conocido como el patio “bien”, allí viven mafiosos, lavadores de dinero, travestis y extranjeros. Es un sitio tranquilo, con una cancha de futbol donde se oyen personas hablando en inglés y en algunas ocasiones hasta japonés.

Salí de ese patio aunque mi mente estaba ocupada con la curiosidad y nervios del temido patio 4, del cual mi guía ya había hecho las debidas advertencias y recomendaciones. En este patio residen actualmente 1560 delincuentes que escasamente caben en ese espacio y solo tienen 4 guardias que los vigilen. Las palabras son escasas para describir los morros y morros de personas sucias, literalmente tiradas en el piso, pegadas una de la otra sin espacio si quiera para caminar alrededor de ellas. No pude evitar recordar las películas de la temida Alemania nazi, y las imágenes de cientos de cuerpos amontonados. Me contaron que no tiene actividades, no hacen nada en sus días meses y años de castigo, simplemente miran hacia el cielo y fuman marihuana, su olor fuerte infesta el aire lo cual dificulta la respiración. El hacinamiento era insoportable, y por más de que, según me explicaron, existen unos esfuerzos aislados, los presos no reciben ningún tipo de regeneración ni aprenden algo productivo que puedan usar una vez regresen a la sociedad.

Del patio se ingresa a los pasillos donde quedan las celdas. Cada celda cuenta con 1 camarote pero en ella residen entre 4 y 5 personas. A las celdas se ingresa a través de un pasillo que durante la noche recibe las casi mitad de presos que no caben en sus respectivas celdas. Ellos duermen en el piso amontonados uno encima del otro.

Cada pasillo cuenta con 2 “pasilleros” quienes son internos que “a cuchillo”, como me lo manifestó jeison en mi visita, se ganan el privilegio de ser los encargados de que todo ande en orden. Los “pasilleros” le responden al “pluma” quien es el que maneja el patio pero su identidad no la revelan los internos. Estas estructuras internas de poder se generan por la falta de guardias y porque está en juego grandes sumas de dineros por la venta de droga, minutos de celular y prostitución de los días de vistas.

Al terminar la vista me sentí impactado, primero por la falta de estado que propicia una cárcel donde las personas viven como muertos en medio de nuestra indiferencia, pero adicionalmente, convencido de que quien entre a esa cárcel, tiene grandes posibilidades de salir como un mayor riesgo para nuestra sociedad.

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